SOBREDOSIS DE LIBERTAD
Publicado: Lun 22/08/11 01:56
Seis de la mañana. Suena el despertador y, a diferencia de otros días, hoy no me molesta en absoluto. Le cierro la boca y me levanto sin hacer ruido. A mi lado, mi mujer duerme plácidamente; no quiero despertarla.
Salgo descalzo de la habitación y cierro la puerta tras de mí. Me acerco a la ropa que tengo preparada desde anoche, y empiezo a vestirme. Es en ese momento cuando empiezo a sentirlo: es como un agradable pellizco en el estómago, un cosquilleo que dibuja en mi cara una media sonrisa, y pienso: "A quien madruga..."
Botas, pantalón, camiseta del Club, faja... todos van ocupando obedientemente sus "puestos de combate". La chaqueta, preparada sobre la silla, aguarda su turno. Pero eso será despues del desayuno; un desayuno ligero (lo fuerte vendrá más tarde ), y un vistazo a la meteo: mejor imposible, ni una nube, viento suave, calorcillo...
Venga, vamos al lio que son menos veinte, y hay que estar puntual para no perder las buenas costumbres. Las llaves, el móvil, la cartera, las gafas de sol... todo a la bolsa y la chaqueta, ahora sí, bajo el brazo. Cojo el casco y salgo al rellano, cerrando la puerta despaciiiiito. Ya estoy en libertad, justo al principio de mi dosis semanal de libertad. Bajo al parking, levanto la puerta y mientras bajo la rampa la miro. Hace mucho que no la veo, casi once horas, desde la tarde anterior cuando le pasé un paño y le llené el depósito. Mi cómplice, mi secuaz, mi compañera de aventuras, de madrugones, de frío y de calor, de sol y lluvia, en invierno y en verano, la incondicional, la que nunca tiene un "no" para mí, mi X-Max.
La llave en el contacto; derecha, desbloqueo. A la izquierda, cofre abierto. A la derecha de nuevo, contacto. Aprieto el freno y le doy al arranque. Obediente, como siempre, se pone en marcha en un segundo con un suave siseo del motor de arranque. La dejo calentando y, mientras tanto, organizo el cofre: retiro los dos cascos de diario y coloco la bolsa con mis cosas. Me pongo la chaqueta, la abrocho y enfundo mis manos en los protectores guantes. En el poco tiempo que he tardado, mi amiga ya ha despertado y está a temperatura. Me encajo el casco,lo abrocho y reviso las luces: cortas, largas, posición, freno, intermitentes...todo OK, como siempre.
Venga, que nos vamos, nos esperan las curvitas y los compis. Puntita de gas y rampa arriba, hasta la calle. Despacito, que el Endy es un poco gritón, y los vecinos no tienen la culpa, de que a nosotros nos guste madrugar.
Llegamos al punto de encuentro y, en cinco minutos, ya estamos todos; me ha costado, pero poco a poco les he ido contagiando mi puntualidad. A partir de ese momento, ya todo será diversión. Comentamos la ruta, la cuadramos al gusto de todos y emprendemos la marcha. Los que no os habeis dado nunca un madrugón, no sabeis lo que es eso. Es una pasada; fresquito, amanecer, calles vacías, carreteras solitarias... un placer indescriptible.
Vamos dibujando la ruta con precisión, controlando el grupo por los retrovisores, disfrutando de los olores y colores del paisaje. El fresquito colándose por la visera entreabierta, el olor de salitre si bordeamos la costa, o el de hierba húmeda si nos metemos hacia el interior. Enlazamos curvitas y hacemos algún que otro "recto" si la visibilidad lo permite.
Tras una hora y cuarto y setenta kms., llega el momento de la intendencia, el avituallamiento, el obligado cumplimiento de las necesidades fisiológicas y nutricionales: LA BUTIFARRA!!!
Bueno, "la butifarra" es una manera de llamar al almuerzo ya que, por supuesto, cada uno come lo que quiere. Risas, chistes, historietas y confesiones, a veces serias y a veces no tanto, acompañan la comida. En definitiva, tranquilidad, buenos alimentos y buena compañía.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, a la moto otra vez, ahora con la panza llena. El sol está más arriba, la temperatura ha subido y las sombras de humedad sobre el asfalto han desaparecido definitivamente, lo que nos permite abordar las curvitas con más osadía. Derecha, izquierda, izquierda, derecha... qué bien nos lo pasamos!!!
En otra horita estamos en el punto de origen, una paradita para hacer balance de la salida, besitos, abrazos, despedidas... y a casita. Llego justo a tiempo de ir a la playa con mi família. Prácticamente, no me han echado en falta. Es otra ventaja más de madrugar. Hemos curveado y quemado adrenalina, hemos llenado la panza y vaciado el depósito. Todo ello en buena compañía y por poco más de diez euros... qué más se puede pedir?.
Ya estoy esperando ansioso el próximo madrugón, la próxima SOBREDOSIS DE LIBERTAD!
Salgo descalzo de la habitación y cierro la puerta tras de mí. Me acerco a la ropa que tengo preparada desde anoche, y empiezo a vestirme. Es en ese momento cuando empiezo a sentirlo: es como un agradable pellizco en el estómago, un cosquilleo que dibuja en mi cara una media sonrisa, y pienso: "A quien madruga..."
Botas, pantalón, camiseta del Club, faja... todos van ocupando obedientemente sus "puestos de combate". La chaqueta, preparada sobre la silla, aguarda su turno. Pero eso será despues del desayuno; un desayuno ligero (lo fuerte vendrá más tarde ), y un vistazo a la meteo: mejor imposible, ni una nube, viento suave, calorcillo...
Venga, vamos al lio que son menos veinte, y hay que estar puntual para no perder las buenas costumbres. Las llaves, el móvil, la cartera, las gafas de sol... todo a la bolsa y la chaqueta, ahora sí, bajo el brazo. Cojo el casco y salgo al rellano, cerrando la puerta despaciiiiito. Ya estoy en libertad, justo al principio de mi dosis semanal de libertad. Bajo al parking, levanto la puerta y mientras bajo la rampa la miro. Hace mucho que no la veo, casi once horas, desde la tarde anterior cuando le pasé un paño y le llené el depósito. Mi cómplice, mi secuaz, mi compañera de aventuras, de madrugones, de frío y de calor, de sol y lluvia, en invierno y en verano, la incondicional, la que nunca tiene un "no" para mí, mi X-Max.
La llave en el contacto; derecha, desbloqueo. A la izquierda, cofre abierto. A la derecha de nuevo, contacto. Aprieto el freno y le doy al arranque. Obediente, como siempre, se pone en marcha en un segundo con un suave siseo del motor de arranque. La dejo calentando y, mientras tanto, organizo el cofre: retiro los dos cascos de diario y coloco la bolsa con mis cosas. Me pongo la chaqueta, la abrocho y enfundo mis manos en los protectores guantes. En el poco tiempo que he tardado, mi amiga ya ha despertado y está a temperatura. Me encajo el casco,lo abrocho y reviso las luces: cortas, largas, posición, freno, intermitentes...todo OK, como siempre.
Venga, que nos vamos, nos esperan las curvitas y los compis. Puntita de gas y rampa arriba, hasta la calle. Despacito, que el Endy es un poco gritón, y los vecinos no tienen la culpa, de que a nosotros nos guste madrugar.
Llegamos al punto de encuentro y, en cinco minutos, ya estamos todos; me ha costado, pero poco a poco les he ido contagiando mi puntualidad. A partir de ese momento, ya todo será diversión. Comentamos la ruta, la cuadramos al gusto de todos y emprendemos la marcha. Los que no os habeis dado nunca un madrugón, no sabeis lo que es eso. Es una pasada; fresquito, amanecer, calles vacías, carreteras solitarias... un placer indescriptible.
Vamos dibujando la ruta con precisión, controlando el grupo por los retrovisores, disfrutando de los olores y colores del paisaje. El fresquito colándose por la visera entreabierta, el olor de salitre si bordeamos la costa, o el de hierba húmeda si nos metemos hacia el interior. Enlazamos curvitas y hacemos algún que otro "recto" si la visibilidad lo permite.
Tras una hora y cuarto y setenta kms., llega el momento de la intendencia, el avituallamiento, el obligado cumplimiento de las necesidades fisiológicas y nutricionales: LA BUTIFARRA!!!
Bueno, "la butifarra" es una manera de llamar al almuerzo ya que, por supuesto, cada uno come lo que quiere. Risas, chistes, historietas y confesiones, a veces serias y a veces no tanto, acompañan la comida. En definitiva, tranquilidad, buenos alimentos y buena compañía.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, a la moto otra vez, ahora con la panza llena. El sol está más arriba, la temperatura ha subido y las sombras de humedad sobre el asfalto han desaparecido definitivamente, lo que nos permite abordar las curvitas con más osadía. Derecha, izquierda, izquierda, derecha... qué bien nos lo pasamos!!!
En otra horita estamos en el punto de origen, una paradita para hacer balance de la salida, besitos, abrazos, despedidas... y a casita. Llego justo a tiempo de ir a la playa con mi família. Prácticamente, no me han echado en falta. Es otra ventaja más de madrugar. Hemos curveado y quemado adrenalina, hemos llenado la panza y vaciado el depósito. Todo ello en buena compañía y por poco más de diez euros... qué más se puede pedir?.
Ya estoy esperando ansioso el próximo madrugón, la próxima SOBREDOSIS DE LIBERTAD!